Último día de campamento. Amanecemos con sentimientos encontrados: mezcla de «¡Ay, qué pena! que ya nos vamos» y de «¡Ay, qué ganas de dormir en mi camita (y de ver a mi familia)».
No ha habido tanta variedad de actividades como otros días. En cada recodo de los caminos y senderos que hemos ido abriendo las jornadas pasadas, te podías encontrar imágenes de lobatos, lobatas, guías, scouts o jefes desmontando mesas, bancos, plataformas… cargados de troncos (porque nos tomamos en serio eso de «ser económicos y cuidar del bien ajeno» y guardamos bien guardados los troncos para reutilizarlos el próximo verano):
Bueno, mientras la mayoría desmontaba y recogía, las Cortes de Honor de la tropa y la compañía seguía haciendo balance del curso y del campamento (ya empezaron ayer), para irnos a casa con las cosas claras para cuando volvamos a vernos en septiembre.
También hemos querido celebrar juntos una misa de fin de campamento.
Hemos cumplido con la tradición del grupo, de no cocinar el último día por la noche. Así que tras la misa nos hemos zampado una pizzas riquísimas que han traído desde Sarria.
Y después de una velada muy divertida de cada grupo (lobatos con scouts y lobatas con guías) nos hemos ido a dormir prontito.
Hemos amanecido con el sol y con garbo y salero hemos logrado terminar de hacernos la mochila, recoger toda la basura, cargar baúles en la furgoneta, montarnos el bus… Bueno, bueno, no sin antes despedirnos como es debido. Nos hemos reunido todos a cantar la canción de la Alegre despedida Scout.
Lo que nos gusta «mantear» en nuestro grupo… En realidad es la forma extraoficial y familiar de reconocer que estamos felices y agradecidos por lo que haya podido hacer el o la persona manteada. Así que en cuanto ha terminado el canto nos hemos lanzado jovialmente a mantear a algunos jefes que dejan su responsabilidad tras este campamento… Ya os contaremos a comienzo del curso que viene… ¡Ahora a seguir disfrutando de las vacaciones!
Y ya sí, con todas las ceremonias y protocolos cumplidos, todo el mundo se ha subido al autobús, mientras un servidor cerraba la finca y le devolvía las llaves a los monjes benedictinos que tanto bien nos hacen dejándonos esta magnífica finca para acampar en verano.
Fin.
PD: ¡Pero esto qué es! ¿Quién se ha dejado la puerta del horno abierta en Toledo? Nos habéis engañado al bajar del autobús con una tormentita para que nos pensáramos que hacia una temperatura agradable… pero no nos engañáis… ¡Menuda noche toledana vamos a pasar, pobres de nosotros!