Último día de campamento. Amanecemos con sentimientos encontrados: mezcla de «¡Ay, qué pena! que ya nos vamos» y de «¡Ay, qué ganas de dormir en mi camita (y de ver a mi familia)».
No ha habido tanta variedad de actividades como otros días. En cada recodo de los caminos y senderos que hemos ido abriendo las jornadas pasadas, te podías encontrar imágenes de lobatos, lobatas, guías, scouts o jefes desmontando mesas, bancos, plataformas… cargados de troncos (porque nos tomamos en serio eso de «ser económicos y cuidar del bien ajeno» y guardamos bien guardados los troncos para reutilizarlos el próximo verano):
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